INTRODUCCIÓN - SÍNTESIS - (alternativas)
El capitalismo mundial cada vez más verte su crisis sobre la condición general de la humanidad, amenazando con una verdadera regresión histórica de civilización. La reanudación de la guerra que ha marcado la última década -antes en Iraq, luego en los Balcanes, hoy en Afganistán- es el reflejo material y simbólico de esto.
La representación de la así llamada "globalización" capitalista como advenimiento de un "nuevo capitalismo" capaz de superar sus antiguas contradicciones, ha sido desmentida por la realidad.
La crisis que desde un cuarto de siglo marca la economía mundial no sólo no se ha superado sino se repropone hoy en su forma clásica de la recesión.
Las contradicciones entre los bloques capitalistas no sólo no se han disuelto en un "imperio" indistinto y homogéneo, sino se reproponen agudizadas después del derrumbamiento de la URSS y bajo el empuje de la crisis.
La contradicción entre capital y trabajo lejos de ser superada o reevaluada, es repropuesta en su importancia central por la crisis y por la nueva competición global capitalista.
El mismo desarrollo del militarismo y de la guerra en curso -con sus efectos regresivos en el terreno de las libertades democráticas y de las conquistas sociales- es inseparable del contexto general de la crisis capitalista. Lejos de ser un conflicto entre "dos fundamentalismos" ideológicos (el Mercado y el Terror) es una guerra del imperialismo contra los pueblos oprimidos: apunta al control de Oriente Medio y de Asia central; quiere cohibir los movimientos de liberación nacional (a partir del pueblo palestino); apunta a contrarrestar la recesión económica con el gran relanzamiento de los gastos militares; responde al interés del imperialismo norteamericano de contrabalancear el ascenso económico europeo con el relanzamiento de la propia indiscutida hegemonía militar.
En otro plano, los procesos políticos y las dinámicas del capital de los años Noventa han sido devastadores para el medio ambiente. Todos los viejos problemas se han extendido, han emergido nuevas exigencias a escala planetaria. En relación con todo esto, tanto las aproximaciones ético-culturales como el reformismo del partido verde se han demostrado inadecuados: ningún nuevo modelo de desarrollo será posible sin un nuevo modo de producción, sin el derrocamiento del capitalismo.
En definitiva, diez años después del derrumbamiento de la URSS, la reconstitución capitalista de la unidad del mundo no se ha traducido en lo más mínimo en un universo pacificado y más estable, sino en una acentuación de la crisis internacional.
Este marco general de crisis y regresión revela una vez más el carácter utópico de cualquier proyecto reformista.
La idea de "gobiernos reformadores" favorables a los trabajadores; de un posible capitalismo "equitativo" dominado por las reglas de una "sociedad civil progresista"; de una reforma pacifista del orden mundial, fundada en una revalorización de la ONU e impulsada por la cultura gandhiana de la "no-violencia", representan, hoy más que nunca, una ilusión impotente. No una vía concreta de construcción de otro mundo posible, sino la resignación de hecho a este mundo real, aunque alimentada con sueños.
El V Congreso de nuestro partido por lo tanto es llamado a remover y contrarrestar cada utopía reformista asumiendo un nuevo horizonte estratégico, abiertamente anticapitalista y revolucionario.
Otro mundo es posible. Se llama Socialismo. No se trata sólo de evocar su nombre sino de retomar su programa general cual única verdadera respuesta a la crisis de la humanidad.
Sólo la abolición de la propiedad privada, a partir de los doscientos colosos multinacionales que hoy dominan la economía del mundo. Sólo una economía mundial democráticamente planeada, liberada del dominio de la ganancia; sólo la conquista del poder político de parte de las clases subalternas como detonante decisivo para la transición, pueden crear las condiciones de un nuevo "modelo de desarrollo": que libere nuevas relaciones entre los hombres y los pueblos, una nueva relación del hombre con el medio ambiente, un control de las orientaciones y las aplicaciones de la ciencia en función de la calidad de la vida cual nueva frontera del progreso. Por lo tanto, recuperar y actualizar el programa originario del comunismo y de la revolución de Octubre como escenario de liberación de la humanidad, carente de cualquier herencia burocrática estaliniana, es tarea central de los comunistas y de nuestro partido. Asumiéndola como brújula de una nueva impostación estratégica que reconduzca los objetivos inmediatos de cada lucha y cada movimiento a la necesidad de la revolución social.
Por otra parte, precisamente el comienzo hoy de la reactivación de la lucha de clases y de los movimientos de masas en el mundo (lo que en el partido hemos llamado "el deshielo") -síntoma después de veinte años desde la crisis de hegemonía de las políticas dominantes- representa una extraordinaria ocasión para relanzar la perspectiva socialista en la joven generación: como respuesta revolucionaria en el corazón de los movimientos a sus mismas demandas sociales, medioambientales, democráticas, de paz, todas incompatibles, en sus instancias profundas, con el actual orden burgués. Entonces no se trata de dejarse llevar por la mística retórica de los movimientos, y tampoco de dispersar la importancia central de clases: se trata de reconducir el precioso sentimiento antiliberalita de la joven generación a una clara perspectiva de clases anticapitalista, misma que pueda ofrecer un futuro a los movimientos mismos, que pueda desarrollarlos hoy en el terreno de la movilización contra el imperialismo y la guerra fuera de cualquier ilusión pacifista; y que pueda fundar la referencia a la clase obrera y al mundo del trabajo en su nueva composición y extensión, cual sujeto central del bloque histórico alternativo. De aquí la necesidad en los movimientos de una batalla por la hegemonía de clases: que no es auto imposición burocrática sino lucha abierta y leal para la perspectiva socialista contra aquellas culturas neoreformistas que conducen los mismos movimientos en el callejón sin salida de la derrota. El complejo trabajo de refundación de una internacional comunista y revolucionaria, que asuma la batalla por la hegemonía anticapitalista a escala mundial, es hoy más que nunca una necesidad de fondo para los comunistas.
La experiencia de los últimos tres años sucesivos al IV congreso muestra como el pasaje a la oposición de por sí no haya resuelto ninguno de los problemas de fondo de nuestro partido. El PRC llega a este nuevo congreso con un arraigo sensiblemente reducido, con una disminución de la militancia y de la afiliación, con una crisis evidente de sus estructuras.
Paradójicamente, la misma explosión del movimiento antiglobalización y el comienzo de una reactivación de las movilizaciones obreras y juveniles no han mejorado la situación. Al contrario la esencia de las propuestas que hoy plantean en el partido consiste en resolver la crisis política y organizativa del Prc con un evidente "viraje" "movimentista", que racionaliza y justifica el abandono de la perspectiva de construir un partido comunista revolucionario capaz de luchar para conquistar una posición directiva en el movimiento obrero italiano.
En realidad el viraje no se hace hacia el movimiento, es decir hacia las miles de gentes que han sido tocadas por las movilizaciones contra el G8 y la guerra, sino hacia los sectores directivos de los Social Forum que de aquél representan en realidad el sector más burocrático y moderado, muy lejano de las reales aspiraciones anticapitalistas que constituyen la fuerza motriz del movimiento mismo.
Al mismo tiempo, no obstante el declarado "viraje a izquierda" hacia el movimiento, la línea propuesta sigue siendo prisionera de una perspectiva reformista, que se expresa claramente tanto en el rechazo de una análisis honesta de la política seguida en estos años, como en la perspectiva indicada, aunque entre líneas, de un relanzamiento de la alianza con el Ulivo una vez que se hayan equilibrado las relaciones de fuerza en la izquierda, sobre la base de un "programa reformador" que evoca las experiencias desastrosas de 1996-98.
El elemento nuevo, que nos presiona a hablar de peligro de disgregación política y organizativa en el Prc, es el emerger de este radicalismo "movimentista" que detrás de expresiones a veces muy altisonantes (que hoy abundan en la propaganda y las publicaciones del partido) esconde una substancial incapacidad de plantear una seria batalla hegemónica y de largo plazo, y expresa de la forma más clara la perdida de arraigo proletario de nuestro partido.
Al contrario, precisamente la reactivación de los movimientos impone con urgencia el relanzamiento del papel del partido, de las ideas revolucionarias comunistas, la construcción de estructuras fuertes, de cuadros formados, en una palabra de un Prc capaz de luchar en cada frente, desde el movimiento antiglobalización a las luchas sindicales, al movimiento estudiantil, y que sea capaz de brindar al movimiento lo que ningún movimiento podrá nunca expresar de manera acabada: un programa de transformación social y los instrumentos para su activación. De otra manera, el riesgo es de ver también la próxima, inevitable fase de luchas contra el gobierno Berlusconi, dirigida y dominada por las burocracias sindicales y los Ds, repitiendo así la experiencia del otoño de 1994, cuando la línea suicida de la "suspensión de la crítica" en aquel entonces propuesta y practicada por el grupo dirigente permitió a estas mismas fuerzas desviar el movimiento y llevarlo a encallarse, abriendo el camino no a una alternativa de clases sino a la colaboración de clases encarnada por el gobierno Dini y luego por el centroizquierda.
La defensa intransigente de un programa de independencia de clases es, por lo tanto, la primera e indispensable condición para que el Prc pueda avanzar en este nuevo contexto. Sin embargo el Prc es hoy más débil y menos arraigado de lo que era en pasado. Las divisiones que se han abierto tanto en los Ds como en la Cgil señalan indudablemente una crisis política y de estrategia en la que el Prc puede insertarse con provecho.
Junto con nuestro aparato reivindicativo y programático, es por lo tanto necesario desarrollar la táctica necesaria para enfrentar esta nueva fase y relanzar no sólo de boca nuestra batalla por la hegemonía en el movimiento obrero.
De aquí la propuesta de una controversia general alrededor de los temas de un fuerte aumento salarial para todo el trabajo subordinado, del salario mínimo garantizado inter categorial, de un verdadero salario garantizado a desempleados y jóvenes en busca de primer empleo, de la abolición de las leyes de precarización laboral (véase "Paquete Treu" y las ulteriores leyes en materia introducidas por el gobierno Berlusconi) con la contratación por tiempo indefinido de todos los trabajadores que están en una situación laboral precaria, de la reducción generalizada de la jornada de trabajo. Esta propuesta de movilización puede y debe ser avanzada por nuestro partido en todos los lugares de trabajo, en todas las organizaciones sindicales, en el territorio, en el mismo movimiento antiglobalización: apoyando las tendencias internas del movimiento que ya hoy presionan por su empeño directo a lado de los trabajadores y las trabajadoras. Es precisamente de la reconstitución unitaria de la lucha de la joven generación, desde la vertiente obrera en primera instancia como desde la vertiente antiglobalización, que se puede producir la dinámica de la explosión social contra el gobierno de las derechas y las clases dominantes. Reconducir a esta salida todo el trabajo de masas del partido, extender el marco de las reivindicaciones a cada sector social afectado por las políticas dominantes (véase Inmigración y Escuela), conectar el marco de las reivindicaciones inmediatas a un programa más general de ruptura con la propiedad capitalista y el Estado, desarrollar en cada movimiento la conciencia política anticapitalista, es el compromiso necesario de la oposición comunista para la alternativa de clases.
Y en este ámbito nuestro partido no puede teorizar un principio de adaptación silenciosa en los movimientos entregándose pasivamente a orientaciones y elecciones de sus direcciones sino que debe elaborar capacidad de propuesta sobre elecciones políticas pequeñas y grandes, en función de la perspectiva anticapitalista. La temática de las formas de lucha, a partir de la necesaria defensa del derecho de manifestar en plaza, contra cualquier tentación de repliegue; las cuestiones de la autodefensa de manifestaciones pacíficas y de masas contra las agresiones violentas, de cualquier parte lleguen; la temática de las formas de organización de los movimientos y de su desarrollo democrático, hoy central en el movimiento antiglobalización: son terrenos sobre los cuales nuestro partido no puede callarse en nombre de un bloque incondicionado con las direcciones hegemónicas de los movimientos. Al contrario debe proponer indicaciones, ciertamente conexas a la sensibilidad de los interlocutores y a lo concreto de los problemas, pero siempre inspiradas en un único criterio de fondo: el desarrollo de la fuerza autónoma de las clases subalternas y de los movimientos de masas en dirección de una alternativa de sociedad y de poder. Como afirmaba Rosa Luxemburg: "La conquista del poder político sigue siendo nuestra finalidad y nuestra finalidad sigue siendo el alma de nuestra lucha. La clase obrera no se debe poner en la óptica (de quien dice) 'La finalidad no es nada, el movimiento es todo'. No, al contrario: el movimiento como tal, sin relación con la finalidad, el movimiento como fin es sí no es nada, es la finalidad que es todo" (1898).
Sólo este programa de alternativa anticapitalista funda la razón política organizativa del partido en su relación con los movimientos y la lucha de clases. Un partido que viva como mera representación institucional de demandas sociales, en función de una perspectiva de gobierno reformador, se priva de una función estratégica independiente y por lo tanto pone en peligro, más allá de cualquier intención, la razón misma de su existencia. Carente de un específico proyecto anticapitalista el partido pierde la razón de una propia distinción con respecto al movimiento. Así la invitación a la apertura al movimiento, de por sí importantísima, se transforma en un riesgo de disolución en el movimiento mismo, o de transformación de sus propias estructuras en indistintos "lugares de movimiento".
Así el resultado paradójico no es el fortalecimiento del partido en el movimiento sino, al contrario, un principio de dispersión de las fuerzas y de desarraigo de ellas mismas: en detrimento tanto del partido como del movimiento, privado de una referencia organizada capaz de indicación y propuesta.
Por lo tanto la lógica planteada por la mayoría dirigente del PRC debe ser exactamente invertida. El partido tiene la exigencia prioritaria de participación plena en los movimientos, sin desapegos doctrinarios y al contrario con la máxima concentración en ellos de sus propias fuerzas. Pero tiene la exigencia de esta participación como partido, es decir, como específico proyecto colectivo anticapitalista y revolucionario: esto requiere una específica estructuración, instrumentos específicos que puedan organizar en los movimientos, partiendo de la clase obrera, la batalla colectiva por aquel proyecto. Pero requiere también el más amplio desarrollo de la democracia interna del partido, condición decisiva de la elaboración colectiva y de la formación misma de los cuadros. En este sentido la función de vanguardia del partido no como imposición burocrática, sino como proyecto programático sobre el cual desarrollar consenso y hegemonía, es la condición misma de su arraigo y fortalecimiento organizativo.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 15 - (alternativa) IMPERIALISMO ITALIANO
A lo largo de la década el capitalismo italiano ha trabajado para aumentar su participación en la repartición imperialista del mundo. Esto ha acontecido tanto a través de la participación directa en empresas neocoloniales (guerra del Golfo, dos intervenciones en Albania -1992 y 1996-, intervención en Somalia, Bosnia, Kosovo, y ahora Afganistán), como a través del aumento del capital exportado (cerca de 500 mil puestos de trabajo exportados en el extranjero por la industria italiana, en particular en los Balcanes).
Sin embargo, el imperialismo italiano hasta ahora sigue estando cargado por las tradicionales debilidades del capitalismo que lo sostiene: escasa presencia de grandes empresas, insuficiente concentración del capital con respecto a los principales países concurrentes, etc. También desde el punto de vista estrictamente militar, no obstante el aumento de los gastos militares ya en curso y aquellos previstos para el futuro, sigue siendo una fuerza secundaria, incapaz de jugar un papel autónomo en los conflictos en curso y forzada a ponerse en cola detrás de los principales protagonistas, intentando quizás subvenir a estas debilidades estructurales con el número de hombres empleados (como es hoy el caso en los Balcanes). Aunque siga incluida en el grupo de los países imperialistas, Italia confirma su posición de "imperialismo miserable", obligado a ubicarse en los pasos abiertos por los conflictos entre los "pesos pesados" de la política mundial, según lo que confirman los últimos acontecimientos relativos a la intervención militar en Afganistán.
No obstante en los años 90's la clase dominante haya invertido ampliamente en los intentos de saneamiento y racionalización de sus propios tradicionales puntos débiles, los resultados alcanzados no se pueden ciertamente considerar definitivos. Diez años cubiertos de leyes de presupuesto general "de lágrimas y sangre", privatizaciones por todos lados, ataques a las pensiones y al estado social, ataques directos al salario, han sólo intentado solucionar los problemas más evidentes, pero no han ciertamente volcado la situación general del capitalismo italiano, que dentro del círculo de los países de capitalismo avanzado sigue siendo uno de los anillos débiles.
Estas contradicciones se reflejan también en las divisiones del gobierno Berlusconi, que es claramente dividido entre un ala mayoritaria que se ofrece a Bush como caballo de Troia norteamericano en la unión Europea (caso Airbus, conflicto con la UE sobre justicia, etc.) y una minoritaria, capitaneada por Ruggiero, que intenta mantener la estrategia filo europea perseguida por el Ulivo en los años pasados.
Esta situación de debilidad tiene consecuencias bien precisas: frente a la crisis económica internacional, frente a un crecimiento de la competición internacional tanto en el terreno económico como en el diplomático-militar, la burguesía italiana será obligada a buscar la solución de sus problemas prevalentemente al interno, en el plano del enfrentamiento directo con la clase obrera italiana y las masas populares en general, antes que intentar descargar al externo sus propias contradicciones. Esta es una política que sólo parcialmente resulta aplicable precisamente por la estructura relativamente débil del capitalismo italiano.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 16 - (alternativa) PARTICULARIDAD DEL CASO ITALIANO
En Italia la evolución del Pds/Ds ha tenido, junto con las características comunes al conjunto de la socialdemocracia europea, características peculiares ligadas a aspectos específicos de la situación política italiana. Ésta en efecto ha coincidido con el derrumbamiento de la "Democrazia cristiana" y del conjunto de la representación burgués, derrumbamiento que ha abierto una fase extremadamente inestable y confusa que perdura ya desde una década, y que ha sido impropiamente definida la "transición italiana".
Por todos los años 90's un sector de la clase dominante ha trabajado sobre la línea del así llamado Partido democrático, es decir de la construcción de una fuerza política liberal democrática capaz de conquistar un apoyo de masas en las elecciones, y de dar a la burguesía italiana aquel partido liberal "de masas" que nunca había logrado construir en más de un siglo de historia del Estado italiano. Este programa ha asumido formas diferentes y variables, pero tenía en su interno la constante búsqueda de la disolución del Pds antes y de los Ds luego dentro del nuevo partido, cercenando así sus lazos históricos con el movimiento obrero y entregando como dote al nuevo partido una parte significativa de su propio electorado.
Sobre la base de esta perspectiva ha madurado dentro de los Ds la así llamada línea "ulivista" (del Ulivo), es decir la propuesta que en un futuro más o menos próximo aquel partido debiera disolverse al interno del partido democrático encarnado de vez en cuando por Prodi, el "Asinello", la coalición del Ulivo en su conjunto, etc.
Sin embargo este proyecto no tenía y no tiene ninguna posibilidad de realizarse. Tanto por factores históricos y de tradición, como por las específicas debilidades y distorsiones del capitalismo italiano también en esta fase, la representación política burguesa se ha reconstituido no en torno a un partido democrático, sino en torno a partidos como An, la Lega y sobre todo Forza Italia. Esto refleja la histórica debilidad de la burguesía italiana, en particular en el terreno político. En 140 años de su historia, ha debido constantemente llegar a compromisos con otros sectores sociales. Al origen del Estado unitario hubo el compromiso con lo que quedaba de las viejas clases dominantes agrarias del sur, sucesivamente fue el acuerdo con los intereses específicos de la jerarquía católica, luego el largo período de dominación fascista, que significaba una substancial expropiación de la burguesía del control directo del poder político. La misma Democrazia cristiana, como es sabido, representó un compromiso entre un conjunto de fuerzas que iban desde la burguesía mafiosa, a la jerarquía católica, a sectores de sindicalismo y asociacionismo, etc., un compromiso consolidado por la represión antiobrera y anticomunista en los años 50's y por el desarrollo económico de la posguerra.
Derrumbada la Dc, la burguesía italiana desde hace ya una década se encuentra en la posición de deber escoger el mal menor (relativo): o gobernar a través de la burocracia obrera y en particular sindical (centroizquierda en sus distintas formas), con la ventaja de poder apuntar al mantenimiento de la paz social, pero con la desventaja de tener que aceptar los tiempos largos de la concertación y un relativo poder de veto de parte de los vértices sindicales; o gobernar por medio de las derechas, ciertamente más dispuestas a aplicar a larga escala medidas antiobreras, pero con contradicciones y peculiaridad en su interno (conflicto de intereses, relación privilegiada con la burguesía mafiosa, elementos de populismo de derecha, presencia del secesionismo de la Lega, etc.) y sobre todo con el riesgo permanente de desencadenar un conflicto explosivo y a amplia escala, como fue en 1994.
El pasaje de una posición a otra no corresponde absolutamente a un "proyecto estratégico" madurado secretamente por el poder, sino que es el fruto de la adaptación a las circunstancias que desde siempre representa la primera característica de la relación entre burguesía y lucha política.
Derrotado Berlusconi en 1994 era necesario escoger a la coalición adversa; deteriorado el Ulivo en los cinco años de gobierno, era igualmente natural orientarse nuevamente hacia el polo de las derechas.
En esta década, todos los intentos centristas, tanto de matriz católica como laica se han derrumbado rápidamente, por último el experimento de D'Antoni y Andreotti con "Democrazia europea". Hay que buscar la causa profunda de estos fracasos en la polarización social y política que, aunque de manera tortuosa y compleja, ha caracterizado a la sociedad italiana en esta década.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 18 - (alternativa)- SOBRE EL "GOBIERNO DE LA IZQUIERDA PLURAL"
La perspectiva avanzada del gobierno de la izquierda plural sobre la base de un programa reformador, como solución post-Berlusconi no sólo niega la necesidad de un balance sino que repropone, sustancialmente, la política de diez años. El hecho de perseguirla desde la vertiente de los movimientos, no sólo no muta su naturaleza, sino que representa un daño profundo para los mismos movimientos y para el futuro de sus razones.
La propuesta estratégica de la izquierda plural de gobierno representa un error profundo y es preñada de grandes riesgos para nuestro mismo partido. Después de haber perseguido en 10 años sin éxito la contaminación, antes del polo progresista, luego del Centroizquierda, no podemos reproponer, como si nada hubiera pasado, el mismo camino de fondo; si no volviendo a recorrer un camino ya trillado y ya fracasado. No sólo en Italia sino en el mundo.
En el plano nacional nuestro partido ya ha vivido la experiencia de la izquierda plural en ocasión del bloque con el Polo progresista de 1994 (DS, Verdi, Rete de Orlando, PRC). El programa textual sobre el cual se realizó (véase Liberazione, 4/2/94) reivindicaba dentro de "una competición para el gobierno del País" "una presencia acreditada y firme de Italia en los mercados y en el contexto internacional" y el llamamiento "a aquellas fuerzas del mundo empresarial que tienen mucho interés en el crecimiento social, civil, democrático de Italia". Sobre esta base se proponía "conjugar la equidad social y las razones de la eficiencia y del mercado", "promover cuando se dé el caso las privatizaciones", operar "el saneamiento del déficit que implicará austeridad" aunque con "el compromiso de garantizar que los sacrificios se distribuyan con justicia". La victoria electoral de Berlusconi ha impedido experimentar este programa de gobierno, manteniendo al PRC en la oposición hasta 1996. Pero aquel programa reflejaba y refleja el único perfil posible de una izquierda plural de gobierno con el aparato DS: aquél que subordina los intereses del movimiento obrero a las exigencias del capitalismo italiano.
En el plano internacional la experiencia en curso de la izquierda plural de gobierno en Francia (PS-PCF-Verdes) ha sido y es inequívoca. Si el primer gobierno de la izquierda plural francesa (1981-83) bajo la guía de Mitterand había acompañado austeridad y sacrificios de los trabajadores con el lenguaje formal de la tradición reformista, el gobierno Jospin ha acompañado austeridad y sacrificios con el lenguaje liberal (moderado) de las privatizaciones y la flexibilidad. Es otra prueba que en el marco actual de la crisis capitalista y de la competición global, un gobierno de "izquierda plural" no difiere, en la sustancia de su orientación, de un gobierno burgués liberal corriente. También por esto haber invocado, después de las últimas elecciones políticas un "Mitterand italiano", haber exaltado mucho el gobierno Jospin (que "contesta toda la lógica de la flexibilidad e introduce directamente en la economía el parámetro de la defensa de los intereses de los trabajadores" como declara el secretario del PRC en el artículo de fondo de primera página del 29/9/99) ha representado una equivocación profunda que es justo reconocer.
El hecho de perseguir la perspectiva del gobierno reformador de izquierda plural como salida de los movimientos y de su acción "contaminante" no cambia absolutamente la valencia negativa de la propuesta.
Al contrario, en muchos aspectos, la empeora. En lugar de orientar el trabajo de masas en dirección de la autonomía de los movimientos del Centro burgués liberal, toma los movimientos como resorte para presionar al aparato de los DS y del Ulivo. En lugar de liberar el movimiento y los movimientos de cualquier ilusión de poder contaminar a los liberales, se promueve en el movimiento aquella misma ilusión. Es el exacto contrario de una política autónoma de clases. Y sobre todo es un daño profundo para el movimiento y sus razones: porque ninguna de las razones de fondo de los movimientos de masas, tanto desde la vertiente obrera, como desde la vertiente antiglobalización, podría encontrar satisfacción en un gobierno burgués de izquierda plural.
Por el conjunto de estas razones, el V congreso de nuestro partido debe rechazar abierta y explícitamente aquella perspectiva.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 19 - (alternativa) OPOSICIÓN CONTRA LAS DERECHAS, FRENTE ÚNICO Y PAPEL DE LOS COMUNISTAS
La fase que se está abriendo presenta sin duda enormes posibilidades para nuestro partido de expansión de su arraigo. La crisis de las políticas de colaboración de clases tanto a nivel sindical (crisis de la concertación) como a nivel político (derrotas electorales del centroizquierda), el proceso de reactivación de las movilizaciones sociales, el contexto internacional, todo esto concurre a estimular la conciencia de masas, a volver a cuestionar entre miles de gentes las convicciones y los prejuicios que se han cristalizado en los años pasados.
La defensa intransigente de un programa de independencia de clases es la primera e indispensable condición para que el Prc pueda avanzar en este nuevo contexto. Es necesario, sin embargo, entender cómo será difícil, para no decir imposible, que la actual crisis de dirección en la que se encuentra el movimiento obrero después del fracaso del centroizquierda pueda ser resuelta con una simple acumulación de consenso creciente de parte de nuestro partido. El Prc, por los errores cometidos en los años anteriores, es hoy más débil y menos arraigado de lo que era en pasado. La autoridad del partido ha sido fuertemente comprometida a los ojos de amplios sectores, mientras que para otros está todavía por conquistar. Al mismo tiempo, a pesar de la crisis profunda en la cual se encuentran los Ds, es evidente que la influencia de aquel partido sobre los trabajadores organizados sigue siendo ampliamente mayoritaria. Las divisiones que se han abierto en los Ds como en la Cgil señalan sin duda una crisis política y de estrategia en la cual el Prc se puede inserir con provecho, pero no queda dudas de que, incluso en los sectores más organizados y tradicionalmente de vanguardia, así como entre la nueva generación obrera en vía de radicalización, nuestro partido goza de un consenso que está hecho sobre todo de genérica simpatía, de consenso de opinión, pero raramente viene considerado como una estructura capaz de organizar y conducir una batalla sistemática en contra de las posiciones mayoritarias en la izquierda y en el movimiento sindical.
Al lado de nuestro aparato reivindicativo y programático, es necesario pues desarrollar la táctica necesaria para enfrentar esta nueva fase y relanzar no sólo de boca nuestra batalla por la hegemonía en el movimiento obrero.
En este contexto las líneas esenciales sobre las cuales insistir podrían ser:
1) La cuestión de la "ruptura al centro". Esta consigna, correctamente agitada en unas ocasiones, luego no ha sido nunca desarrollada y profundizada. Proponer la ruptura al centro significa traducir en una propuesta política la conciencia, ampliamente difusa, del fracaso del centroizquierda. Debemos explicar constantemente, argumentando bajo todos los posibles puntos de vista, como la crisis de la izquierda, que ha llevado a la victoria de Berlusconi, no puede ser superada si no rompiendo radicalmente con las políticas burguesas y por consecuencia con los partidos (hoy fundamentalmente la Margherita) que han sido su principal vehículo en la coalición del centroizquierda. A la izquierda que señala como respuesta a la derrota electoral, la ampliación de la coalición a Di Pietro y Refundación, tenemos que responder que cualquier acuerdo con el Prc es a priori incompatible con las contemporáneas alianzas al centro. La constante de nuestra posición hacia los Ds y las demás fuerzas de izquierda (por ejemplo el Pdci) debería por lo tanto ser de ponerlos constantemente de frente a la alternativa si aliarse con el centro en contra del Prc o si romper con su precedente orientación.
3) La cuestión del frente único y de la unidad de acción en los movimientos. En un contexto en el cual la Cgil, la Fiom y otros sectores de burocracia se encuentran promoviendo, aunque tímidamente e instrumentalmente, unas movilizaciones, cambia de manera significativa el marco con respecto a la condición prevalente en los últimos años. Sin olvidarnos nunca que para los comunistas el movimiento obrero no es algo que algún dirigente, aunque de izquierda, enciende y apaga, sin olvidarnos nunca que nuestra tarea no es la de esperar el "permiso" de Sabattini o Cofferati para promover las movilizaciones, debemos aprovechar al máximo las ocasiones que esta nueva situación nos ofrece. Tanto en el terreno estrictamente defensivo (art. 18, defensa de los contratos nacionales, etc.) como en el ofensivo (reintegro salarial, lucha contra la flexibilidad y a la precarización laboral) debemos constantemente retar a nuestros adversarios en el terreno de las movilizaciones, mostrándonos capaces de llevar adelante de la forma más eficaz y combativa incluso las batallas limitadas que hoy los dirigentes de la Cgil se ven obligados a organizar (por ejemplo, la lucha de los obreros mecánicos), al mismo tiempo rehusándonos a actuar como simple masa de maniobra o fuerza adicional, no renunciando nunca a nuestro derecho de crítica y de propuesta alternativa y sobre todo tomando cualquier ocasión para promover la movilización más allá de los límites impuestos por las burocracias.
Antes que nada esto vale en el terreno sindical, pero mañana será indudablemente válido incluso en otros campos, considerando el programa de ofensiva a 360° del gobierno Berlusconi, que no amenaza por lo tanto sólo los derechos sindicales en sentido estricto, sino también los derechos de las mujeres, los inmigrantes, la escuela pública, etc.
En fin, hay que subrayar como la política del frente único, o para decirlo de otra forma, de la unidad de acción debe siempre ser funcional al crecimiento de nuestra influencia, a ganarnos la atención de sectores amplios afuera de nuestro partido, a abrir contradicciones en el frente adversario. Por lo tanto no se puede transformar en un fetiche o en un dogma, y es evidente que hay situaciones y contextos en los cuales debe pasar en segundo plano o que incluso llega a ser completamente inservible, y debe dejar espacio a la mera iniciativa de movilización directa bajo las banderas y las consignas de nuestro partido.
3) Cuál alternativa al gobierno de las derechas. El enfrentamiento entre el gobierno Berlusconi y el movimiento obrero está comenzando y es imposible prever cuáles serán los ritmos, las modalidades y sobre todo los resultados. Sin embargo queda claro que si un nuevo ciclo de luchas logrará poner en crisis y hasta derrocar a las derechas al gobierno, asistiremos al enésimo intento de encerrar a los trabajadores en la colaboración de clases y en una cualquiera reedición actualizada del centroizquierda. Cualquiera que sean las varias combinaciones que se presentarán, nuestra alternativa deberá moverse alrededor del concepto que sólo un gobierno que se base directamente en la clase laboral y que responda a ésta, dotado de un programa anticapitalista puede dar una real respuesta a las contradicciones engendradas por la crisis del capitalismo internacional e italiano. Sobre esta línea tendremos que trabajar por la ruptura de la colaboración de clases, retando a las demás fuerzas de izquierda a la ruptura con el centro así como hoy las debemos retar en el terreno de la oposición y de las movilizaciones en contra de las derechas.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 20 - (alternativa) CRISIS Y DERIVA DE LOS DS
En los años 80's y 90's hemos visto por dondequiera la crisis y el creciente pasaje de las fuerzas social democráticas hacia posiciones cada vez más moderadas. Los años 90's han visto a los partidos de la Internacional socialista ir al gobierno, solos o en coalición, en todos los principales países de la Unión europea, excepto España, donde la derecha ha vuelto al poder después de 17 años de gobierno socialista.
En cualquier lugar los grupos dirigentes de la socialdemocracia han adoptado esta o aquella variante del liberalismo, en cualquier lugar las corrientes de izquierda internas a la socialdemocracia han sido puestas en crisis y, por toda una fase, virtualmente borradas del escenario: desde Lafontaines en Alemania, a la izquierda laborista.
Resumiendo, se puede hablar del pasaje de la socialdemocracia de una política de reformas a una de contrarreformas. Este cambio es consecuencia de tres fenómenos, estrictamente conexos:
1) El mutado contexto económico con respecto a los años 50's y 60's, periodo "clásico" de la construcción del welfare state en Europa. La competición internacional es cada vez más intensa y Europa para enfrentar la competencia de EE.UU. es obligada a incidir profundamente en las conquistas sociales de las generaciones precedentes.
2) El cambio de las relaciones internacionales, con el derrumbamiento de la Unión Soviética que ha objetivamente debilitado las posibilidades del movimiento obrero en Europa occidental de obtener mediaciones favorables en la lucha de clases.
3) El reflujo de la oleada de luchas de los años 60's y 70's, reflujo que a partir de la mitad de los años 80's ha visto a la burguesía retomar definitivamente la iniciativa tanto adentro de las empresas como en el terreno político más general.
El conjunto de estos factores ha llevado al conjunto de la socialdemocracia a un pasaje a derecha que objetivamente no se veía desde varias décadas. De todos modos sería equivocado ver en este fenómeno algo radicalmente nuevo, o un cambio cualitativo con respecto a la historia pasada de la socialdemocracia internacional.
La idea muy difusa en la izquierda "radical" y también en nuestro partido, según la cual hoy la socialdemocracia habría sido afectada por un "desarraigo" desde su base en el movimiento obrero se basa en una evaluación meramente "impresionista" de los fenómenos susodichos.
La esencia de la socialdemocracia, en efecto, no es ni ha sido nunca aquella de proponer "las reformas" siempre y en cualquier caso, o la de prefigurar una línea gradual, aunque siempre orientada a la transición socialista. Sostener este análisis significa en último análisis idealizar la socialdemocracia del pasado, que al contrario nunca ha tenido escrúpulos al sostener las peores políticas de la burguesía, en particular en los periodos de crisis social y económica (baste con pensar en las responsabilidades de la socialdemocracia en la Primera guerra mundial, en la represión de la revolución alemana de 1919, en las empresas coloniales del imperialismo francés y británico en particular, etc.).
De la misma manera, intentar identificar diferencias cualitativas entre la así llamada línea "jospiniana" y "blairiana" viendo en estas políticas una diferente matriz de clases (obrera y social democrática la primera, burgués y liberal democrática la segunda) significa idealizar la línea del Psf, a pesar de los hechos y las evidencias. Las diferencias que sin duda existen en efecto deben ser reconducidas no a una diferente base de clases de estos partidos, sino a las distintas condiciones políticas y sociales de Francia, donde todavía no ha terminado la ola larga de las movilizaciones de 1995-96, que han dejado una larga estela de luchas sindicales y un general fermento en el movimiento obrero y juvenil en Francia, que el gobierno Jospin ha debido tomar en cuenta, por lo menos en parte.
La esencia de la política social democrática, es decir de la política y de la ideología de los aparatos que dominan al movimiento obrero y sindical, siempre ha sido aquella de "representar", mediar y tratar los intereses de la clase laboral al interno de las compatibilidades económicas y políticas del sistema capitalista. El aspecto dominante de la política social democrática no es por lo tanto las "reformas", sino es la adaptación pasiva a esta sociedad. La socialdemocracia ha sido pacifista en los periodos de paz, ha aceptado la guerra en los periodos de conflictos, ha sido keynesiana en el periodo de expansión económica posbélica y liberalista en las últimas dos décadas. En este sentido, no se diferencia absolutamente de cualquier otro partido democrático burgués. El aspecto decisivo que la diferencia es su capacidad de dominar y controlar a la clase laboral, no sólo y no tanto en el sentido de conquistar los votos de esta en las elecciones, sino de controlar a las organizaciones laborales empezando por los sindicatos y ejercer por lo tanto un control sobre sus movilizaciones.
Está de moda en estos años subestimar este aspecto de la socialdemocracia, y muchas veces se ha hablado de varias formas de viraje liberal, de desarraigo "definitivo" de unos partidos como los Ds o el Labour del movimiento obrero, etc. Todos estos análisis tienen el límite de ser completamente estáticos y formales, es decir de limitarse a indicar una serie de aspectos evidentes de la evolución política e ideológica de las burocracias sindicales y social democráticas, pero sin llegar al terreno del análisis concreto de las relaciones de clases.
Lo que deberíamos preguntarnos es: puesto que la socialdemocracia se hubiera efectivamente transformado en un partido liberal democrático, ¿por medio de cuáles canales se expresa hoy la organización política de la clase laboral? ¿Podemos seriamente afirmar que en Italia, Alemania, Grecia, España, Inglaterra, etc. las únicas fuerzas políticas que están vinculadas con la clase laboral son los partidos comunistas (que en el caso de Inglaterra es simplemente inexistente, y en todos los demás países, incluso Italia, ven una fuerte crisis de su arraigo obrero)?
La hegemonía social democrática en el movimiento obrero puede mutar hasta en lo profundo sus formas, puede pasar por momentos de crisis y caída vertical de la propia autoridad (como ha sido el caso de Italia en los pasados dos años), pero no será borrada, ni puede simplemente derrumbarse sobre sí misma, sin dejar nada y limitándose a abrir un abismo político. Puede desaparecer sólo si se construirá una alternativa consecuente, comunista y revolucionaria que sepa reemplazarla a través de una batalla sistemática y de largo plazo por aquélla que en el pasado se definía "la conquista de la mayoría", es decir la conquista de parte de los comunistas de una posición directiva reconocida en los sectores decisivos de la clase laboral, a partir de sus vanguardias.
Teorizar sobre la naturaleza "liberal" de la socialdemocracia en realidad remueve este problema, disfrazándose de un radicalismo de puras palabras, que mañana con facilidad dejará lugar a una adaptación del tipo oportunista a las corrientes "de izquierda" de la socialdemocracia y del aparato sindical una vez que empiecen a revitalizarse. De este peligro hoy ya vemos claros síntomas en la línea seguida por el Prc en el terreno sindical hacia elementos como Sabattini y otros dirigentes sindicales que han empezado a criticar, aunque de forma ambigua y parcial, la línea de concertación de los Ds y de la Cgil.
En este contexto, los resultados del Congreso de los Ds aparecerán muy pronto bastante precarios para todos sus protagonistas. La contradicción que se ha expresado más fuerte que nunca entre aparato sindical y aparato de partido no puede ser fácilmente resuelta. El aspecto decisivo es que la línea de D'Alema y Fassino se revelará cada vez más difícil de practicar. La "oposición gobernante" deberá hacer cuentas por un lado con la agresividad del gobierno Berlusconi y de la clase dominante, que está utilizando todas los recursos de los que dispone para empujar a una aceleración del enfrentamiento; por el otro, la burocracia sindical no puede quedarse viendo la obra de demolición que el gobierno piensa hacer no sólo y no tanto de los derechos de los trabajadores, sino directamente del poder del mismo aparato sindical. Ya hemos visto en ocasión de las jornadas de Génova, como de la huelga de los obreros mecánicos, como la corriente de D'Alema se haya encontrado entre dos fuegos y obligada a contradecirse de manera teatral en unas pocas horas. En el caso de Génova con el episodio vergonzoso de la participación, luego revocada, en la manifestación del 21 de julio; en el caso de los obreros mecánicos con el rechazo de votar una orden del día de solidaridad, rechazo que luego han intentado esconder presentándose en plaza durante la manifestación de noviembre. Estos saltos mortales indican como la línea que se proponen recorrer sea en realidad impracticable, y esto significa que nuevas divisiones y nuevas crisis se abrirán en el partido, en particular cuando la tensión social creciente se expresará en toda su fuerza en las próximas movilizaciones.
En este nuevo contexto se pueden abrir enormes posibilidades para el Prc de conquistar mayor arraigo y consenso entre la clase laboral y los movimientos juveniles. El desarrollo de movilizaciones creará un terreno extremadamente favorable, en el cual será cada vez más difícil para los dirigentes de los Ds y de la Cgil esconder sus actos a los ojos de las masas. La ruptura de la solidaridad burocrática entre las varias corrientes de los Ds abrirá ulteriores espacios para nuestra inserción.
Pero el Prc podrá beneficiarse de todo esto sólo a dos condiciones:
1) Que sepamos mantener una completa independencia política y de iniciativa, desarrollando nuestro aparato reivindicativo y trabajando con coherencia y continuidad por la construcción de la movilización, vinculándonos a los sectores más avanzados y contribuyendo a crear los necesarios instrumentos de autoorganización de las luchas y de batalla interna al movimiento sindical.
2) Que esto se conjugue con la comprensión que el papel todavía mayoritario de las corrientes social democráticas en el movimiento obrero nos obliga a una aplicación coherente y sistemática de la táctica del frente único, moviendo de las actuales batallas defensivas (artículo 18, escuela pública, etc.) para hacer entrar en sectores cada vez más amplios la conciencia de la necesidad de una contraofensiva a todo campo que tanto en el plano de las reivindicaciones como en el de las formas de la radicalidad de la lucha sea a la altura del ataque llevado a cabo por el adversario.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 22 - (alternativa) POR LA EXPULSIÓN DEL GOBIERNO BERLUSCONI
El gobierno Berlusconi resume en su interno todas las peores tradiciones reaccionarias de la burguesía italiana. Su programa, las tradiciones de los partidos que lo componen, el personal político que ponen en primera línea, todo impulsa a este gobierno a la ofensiva antiobrera y reaccionaria.
El contexto económico nacional e internacional acentúa este impulso, que hoy viene alimentado sin cesar por los portavoces y los centros decisivos de la clase dominante: Banca d'Italia, Confindustria, la mayor parte de la "gran prensa", etc.
Este es también el terreno en el cual se intentarán reconstituir las contradicciones existentes en el gobierno y en el bloque de fuerzas sociales que lo apoyan. La línea del gobierno por lo tanto se plantea llegar al fondo aislando a la Cgil como en una repetición de los años 50's.
La pregunta es cuáles sean las posibilidades de aplicación de esta política y cuáles puedan ser los elementos de choque. En pasado hemos visto gobiernos reaccionarios como los de Reagan y Thatcher afirmarse en las elecciones y comenzar luego un largo ciclo de reacción más o menos abierta, que se prolongó alrededor de 15 años.
Sin embargo hoy las contradicciones son radicalmente diferentes. Las políticas reaccionarias de los años 80's se afirmaron sólo después de haber derrotado en el campo importantes movilizaciones obreras en los primeros años de esa década: la huelga de los mineros ingleses, la lucha de la Fiat en Italia y la lucha por la "scala mobile", la huelga de los controladores de vuelo en EE.UU., etc. Por lo tanto no es suficiente una victoria electoral (que, además, en Italia se debe antes que nada a la unificación de las derechas, y no a un aumento de su consenso electoral): para que la reacción se despliegue en toda su fuerza es necesario que obtenga en el campo de la lucha de clases una victoria significativa, que ponga al movimiento obrero en un estado de desánimo y retirada. Hoy no sólo no ha ocurrido esto, sino que la situación es opuesta a la de los primeros años 80's: en aquel entonces el movimiento obrero veía las últimas llamaradas de las luchas de los años 60's y 70's, en un contexto en el cual una generación de trabajadores empezaba a perder la confianza en sus fuerzas, después de haber llegado a niveles altísimos de movilización. Hoy, al contrario, estamos de frente al comienzo de un nuevo ciclo, que ve a una nueva generación obrera entrar en el escenario de la lucha de clases.
Los intentos de utilizar métodos abiertamente represivos, como se ha visto en las jornadas de Génova, amenazarían con llevar a un estallido social generalizado. Por otra parte, la idea que una ofensiva generalizada pueda afirmarse a través de métodos de concertación está destinada al fracaso: más allá de las palabras el gobierno no tiene nada que ofrecer a la burocracia sindical, en particular a la de la Cgil, y si ésta aceptara cerrar la controversia sobre el art. 18 con una nueva traición similar a la del 31 de julio de 1992, se abriría entonces a corto plazo la posibilidad de una explosión espontánea de luchas, igual o hasta más profunda de aquélla del "otoño de los pernos".
Por lo tanto se impone una conclusión: hoy la reacción, representada por este gobierno, ha logrado una ventaja sólo muy relativa con la victoria electoral, y no es absolutamente hegemónica en la sociedad, ni ha doblado definitivamente las relaciones de fuerza en favor suyo. Los años venideros no son años de reflujo, sino años de renovada polarización social y política, de reactivación del conflicto social, un período en el cual una y otra vez el movimiento obrero tendrá ocasión de demostrar cuáles sean las verdaderas relaciones de fuerza en la sociedad.
Por otra parte, a pesar de las dificultades, amplios son los espacios para la construcción de una oposición radical de masas al gobierno de las derechas. A pesar de su asentamiento más fuerte, el gobierno Berlusconi no ha nacido en la onda de una expansión del consenso en la sociedad italiana, sino en el trasfondo de un retroceso de la coalición de las derechas con respecto a 1994 y 1996. En paralelo, a pesar de los golpes sufridos, se multiplican en la última fase los signos de reactivación del movimiento obrero a partir de la grande movilización de los obreros mecánicos con el asomarse en el campo de una nueva generación obrera: y esta reactivación de clases, aunque frágil todavía, se combina a su vez con la continuidad y el desarrollo de un movimiento antiglobalización, prevalentemente juvenil, que ha adquirido en Italia un carácter de masas más amplio que en otros Países europeos. Además, en particular al abrigo de los hechos de Génova, se ha desarrollado un proceso de activa sensibilización antigubernamental de sectores relevantes de pueblo de la izquierda, en apoyo al movimiento antiglobalización y atraídos por una sincera preocupación democrática (véase las manifestaciones del 24 de julio). Todos estos factores no provocan de por sí mecánicamente la oposición de masas al gobierno, sino que miden un potencial de contraofensiva a su programa reaccionario que se asienta sobre una base social y política más amplia de la del pasado. Nuestro partido tiene la tarea de recoger y desarrollar estas potencialidades, recomponiéndolas alrededor de un programa y un objetivo de salida aglutinante.
Por esto, sobre todo hoy no podemos pararnos en la rutina de la oposición parlamentaria combinada con el elogio de la espontaneidad de los movimientos. Al contrario debemos favorecer dentro de la experiencia viva de los movimientos, las condiciones para una explosión social concentrada contra las clases dominantes y su gobierno. Sólo una explosión social concentrada puede volcar las relaciones de fuerza entre las clases y abrir el camino de la alternativa anticapitalista. Y sólo una alternativa anticapitalista puede responder realmente a las razones de fondo de las clases subalternas y de sus luchas. La reivindicación de la expulsión del gobierno Berlusconi puede y debe ser interna a la perspectiva anticapitalista, como uno de los detonadores de su maduración. Por esto hay que plantearla abiertamente al interno de los movimientos, sin forzamientos "electoralistas" pero sin autocensuras, en una relación viva con la dinámica objetiva de sus luchas.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 24 - (alternativa) NUESTRA LUCHA EN LOS SINDICATOS
La intervención en el terreno sindical muestra quizás más claramente que cualquier otra las contradicciones y las debilidades de la línea seguida por el partido en estos años.
Durante casi una década hemos visto como las distintas oposiciones internas a la Cgil, desde "Essere sindacato" hasta "Cambiare rotta" todas se hayan demostrado incapaces de salir de la lógica de la mera oposición de aparato y practicar en el campo una línea efectivamente alternativa a la de Cofferati.
Así como la mayoría de la Cgil aceptaba escrupulosamente las "reglas del juego" de la concertación, la minoría aceptaba igualmente escrupulosamente las "reglas del juego" del aparato, aunque de boca criticara aquellas reglas. Los intentos de promover entre los trabajadores, en las empresas y en las categorías, plataformas alternativas y movilizaciones independientes han sido tan tímidos y esporádicos que no han dejado ninguna huella en la conciencia de los trabajadores.
Al mismo tiempo, muy numerosos han sido los compromisos al vértice, cuando en nombre de una palabra o una coma insertada en la plataforma o en el documento sindical del momento justificaban la adhesión de la minoría a las posiciones de la mayoría.
Así el hecho nuevo en los últimos años, no surge de un crecimiento de iniciativa e influencia de la izquierda Cgil, sino de la reubicación de sectores de mayoría, en particular de la secretaría de la Fiom, que han empezado aunque parcialmente y de manera instrumental a "romper" filas y promover momentos de conflicto, desde el caso Zanussi al contrato de los obreros mecánicos.
Estas iniciativas han mostrado las potencialidades existentes entre los trabajadores cuando ellos vean una dirección dispuesta a movilizarlos, como enseña en particular la huelga de la Fiom del pasado 6 de julio.
Sin embargo, las bases programáticas y los métodos sobre los cuales se han conducido estas batallas muestran de manera inequívoca la naturaleza instrumental de la batalla conducida por estos sectores. La plataforma de los obreros mecánicos no es ciertamente tal de suscitar entusiasmo en las fábricas, y aún más deletérea es la gestión de la controversia, que ha visto después de la huelga exitosa del 6 de julio una tregua de más de cuatro meses que ha sembrado confusión entre los trabajadores y permitido al frente adversario volver a unirse.
En este contexto la ampliación formal de la izquierda Cgil hacia nuevos sectores antes ubicados en la mayoría, no asume el significado concreto de un fortalecimiento político y organizativo significativo, tampoco de una mayor capacidad de movilización, sino paradójicamente de un nuevo retroceso. La actual izquierda en la Cgil, aunque formalmente más amplia y unida, en realidad más que en el pasado es impermeable a las verdaderas exigencias que surgen de los lugares de trabajo, más que nunca impotente y veleidosa en sus propias iniciativas. Lo que habría debido ser un detonador para que predominaran en la Cgil las razones de los trabajadores se está transformando en un resorte del aparato para encerrar a los activistas más avanzados.
Paralelamente avanzan otros procesos importantes en el campo sindical. El extenderse de la precarización y la rápida transformación en proletariado de nuevos sectores, particularmente en el comercio y los servicios, están empezando a suscitar como reacción un impulso a la afiliación a los sindicatos. Las cifras de crecimiento del Nidil-Cgil, aunque en términos absolutos sean todavía modestas, demuestran las potencialidades en este sector, así como lo demuestran las luchas conducidas por unos sectores de trabajadores en una situación laboral precaria, sobre todo jóvenes, tanto en la industria como en los servicios, en empresas como Fiat, Mc Donald's, Ikea, Zanussi, Tim, etc. Estas luchas han visto frecuentemente la implicación de trabajadores temporales y con contratos por tiempo determinado, desmintiendo las previsiones de quienes veían a estos sectores condenados a la pulverización y a la "ausencia de conflictividad".
Estos sectores recién sindicados, que inevitablemente están destinados a crecer significativamente, en la gran mayoría de los casos tienden a dirigirse a la Cgil como estructura más arraigada en el territorio, en busca de un apoyo para la defensa de sus derechos.
El conjunto de estos factores (parcial reactivación de iniciativa del grupo dirigente de la Cgil, crisis política de la izquierda Cgil, comienzo del proceso de afiliación a los sindicatos de una nueva generación obrera) debe llevarnos a un nuevo examen crítico de la política sindical hasta aquí seguida por el Prc.
A lo largo de los años 90's en efecto se ha oscilado entre una evidente adaptación del aparato Cgil, en particular cuando este promovía unas movilizaciones (el primer episodio significativo de esto se dio en el movimiento de 1994, cuando fue teorizada la "suspensión de la crítica" con respecto a los vértices sindicales; el último en la controversia actual de los obreros mecánicos, donde resulta efectivamente imposible distinguir la posición de los sindicalistas del Prc de la de Sabatini y de la Fiom) y un guiño más o menos abierto hacia la idea que en una de esas se deberá de acabar con la Cgil y promover la construcción de una nueva confederación, línea que ha sido claramente expresada en la conferencia obrera de Treviso.
Es también necesario hacer una evaluación del camino hecho por los sindicatos de base en esta década. En teoría, no podían existir condiciones más favorables para quien se proponía promover una salida de masas de las confederaciones. Sin embargo, casi diez años después del punto de viraje del 3 de julio de 1992, el balance es algo controvertido. Siglas históricas del sindicalismo de base han prácticamente desaparecido del panorama sindical; en general, en la industria el sindicalismo extraconfederal se ha fuertemente debilitado. Si es verdad que en unos sectores (escuela y transportes en particular) ha habido un fortalecimiento significativo, es igualmente cierto que, con la sola excepción de los ferrocarriles, en ninguna categoría se ha logrado conquistar una hegemonía indiscutida. Las recientes elecciones en las Rsu del público empleo confirman lo que ya se había visto en las anteriores, es decir que los trabajadores ven a los sindicatos de base como un instrumento útil de presión y también de organización, pero que la radicalización que los impulsa en unos momentos hacia estas organizaciones es la misma que los lleva a votar por la Cgil, que ha logrado una victoria más clara que hace dos años.
Sobre estas bases las alusiones a las "rupturas" que deberíamos de hacer en el terreno sindical asumen un carácter completamente aventurado, so pena que luego se traduzcan en nada.
El terreno decisivo en el cual nos encontraremos conduciendo nuestra batalla en la próxima fase, no será por lo tanto a lo largo de la línea que separa el sindicalismo extraconfederal de las Confederaciones, sino a lo largo de una línea que pasa por las mismas confederaciones, y en primer lugar por la Cgil.
Aunque estemos conscientes de que la actual fragmentación de la presencia sindical de los comunistas no puede ser fácilmente superada, declaramos que sólo una lucha abierta al interno del sindicato confederal, y en primer lugar contra la Cgil, puede abrirnos el camino para alcanzar a las masas más amplias de trabajadores y así desafiar a la burocracia sindical en el terreno decisivo. Una lucha que hay que conducir desde ahora, saliendo de la lógica de aparato y de espera de este o aquel dirigente "más a izquierda", sino dirigiéndose directamente a los trabajadores y los delegados. Nuestro objetivo, por lo tanto, es aquel de llevar a todos los trabajadores comunistas a luchar sobre este terreno, excepto situaciones particulares, por ejemplo donde los sindicatos alternativos tengan un arraigo significativo o por razones específicas vinculadas a las exigencias reales del conflicto social, pero de todos modos al interno de una orientación general que ve a los comunistas comprometidos en una gran contienda de masas en las organizaciones "mayormente representativas".
Este análisis no significa que el Prc pueda superar "por decreto" la actual situación en la que los comunistas militan en distintas organizaciones sindicales. Ninguna "orden de partido" puede sustituir un camino cuyas etapas serán definidas no por las decisiones, sino por el desarrollo concreto de la lucha sindical. En esta fase el elemento distintivo decisivo son las plataformas y las capacidades de construir caminos unitarios de movilización. Sobre estos puntos el Prc se compromete a una labor sistemática para crear ámbitos aglutinantes de debate y coordinación de todos sus militantes sindicales, dondequiera que estén colocados.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 25 - (alternativa) INTERVENCIÓN EN EL MOVIMIENTO ANTIGLOBALIZACIÓN EN ITALIA
El movimiento antiglobalización en Italia ha obtenido una real dimensión de masas y encierra relevantes potencialidades anticapitalistas. Pero es decisiva su convergencia de lucha con la clase obrera como condición del triunfo de sus mismas razones. Trabajar en la clase obrera para asumir las instancias del movimiento antiglobalización dentro de un programa de clase. Trabajar en el movimiento antiglobalización por su abierta proyección de lucha hacia el movimiento obrero al interno del conflicto central entre capital y trabajo. Ésta es hoy una necesidad central de la batalla de hegemonía de los comunistas por la reconstitución de un bloque social anticapitalista. Pero requiere un compromiso de lucha, dentro de la construcción del movimiento, contra las posiciones prevalentes en sus actuales direcciones.
El movimiento antiglobalización ha conquistado un papel objetivamente de gran importancia en el escenario italiano. Más que en otros países europeos ha logrado una real dimensión de masas, particularmente entre los jóvenes, testimoniada por la gran manifestación de Génova; ha involucrado reales sectores de vanguardia de la clase laboral y de sus representaciones sindicales; ha ejercido y ejerce un relevante impacto político sobre la entera situación nacional. En general se rodea de una difusa simpatía popular, cual efecto indirecto de la crisis de hegemonía del liberalismo en amplios sectores de masas. Por esto el movimiento revela un precioso potencial de ulterior expansión que los eventos de guerra no han perjudicado.
Pero justamente esta realidad y potencialidad subrayan los problemas irresueltos de la orientación del movimiento. La desproporción entre el nivel globalmente retrasado de la conciencia política difusa en el movimiento y el elevado nivel de enfrentamiento con el aparato del Estado y el mismo gobierno, documentado por los hechos de Génova; la distancia entre el elemental impulso crítico antiliberalista y el nivel de confrontación impuesto por el empeoramiento de la guerra imperialista en Afganistán, describen una contradicción objetiva y peligrosa, en parte inscrita inevitablemente en la inexperiencia de las generaciones jóvenes, en parte amplificada por la cultura reformista-pacifista de la dirección mayoritaria del movimiento.
Nuestro partido, fuerte en una presencia difusa en el movimiento, puede y debe empeñarse en afrontar y superar hacia adelante aquella contradicción, en el interés del movimiento y de sus razones. No puede concebir su propio papel ni como pura representación institucional de las instancias de movimiento; ni como mediador entre el movimiento e instituciones; ni como puro elemento de unión de la unidad del movimiento entendida como bloque político-diplomático con las componentes asociativas centrales de su liderazgo. En cambio debe combinar una acción leal de edificación cotidiana del movimiento de masas antiglobalización con una batalla abierta de orientación política del mismo movimiento: una batalla que tiende a desarrollar la conciencia política del movimiento sobre el terreno anticapitalista y antiimperialista (véase tesis...), su autonomía y contraposición al centroderecha y al centroizquierda, su convergencia de lucha con la clase obrera sobre el terreno del bloque social alternativo. Una batalla abierta de hegemonía alternativa.
La acción de construcción del movimiento implica sobre todo una abierta responsabilidad de propuestas sobre el mismo terreno de las formas de lucha y de organización del movimiento. En este ámbito hay que contrarrestar cada posición, que aflora cíclicamente, que de hecho propone al movimiento una especie de repliegue seminarial y un retroceso de sus niveles de movilización (como en la fase sucesiva a las manifestaciones de Génova, a la vigilia de la manifestación de Nápoles contra la OTAN, con relación a la misma manifestación de Roma del 10 de noviembre). En cambio hay que plantear la importancia de las manifestaciones, pacíficas y de masas, como terreno de lucha indispensable a fin de la agregación, del impacto político, de la misma visibilidad y popularización de las razones del movimiento. Hay que afrontar seriamente, en este marco, la problemática de la autodefensa de las manifestaciones de cualquier forma de agresión, cual instrumento de tutela del carácter pacífico y de masas de las manifestaciones mismas (véase servicios de orden). Además hay que afrontar la cuestión de la organización democrática nacional de un movimiento que precisamente por su expansión no puede regirse más sobre un mero pacto de cumbre ínter asociativo, sino que debe involucrar democráticamente a las masas de los activistas, hoy privados de cualquier poder de decisión, en la definición de las elecciones del movimiento mismo y de sus representaciones en cada nivel: so pena del combinarse de una crisis de democracia, de una evasión de las elecciones, de una débil representatividad de las decisiones.
En el plano político es necesario desarrollar en el movimiento la propuesta de convergencia de lucha con la clase obrera, en el terreno de la oposición abierta al empresariado y al gobierno Berlusconi. No se trata simplemente de representar "nuestra sensibilidad" de clases dentro del mosaico del movimiento. Se trata de luchar para conquistar la parte más amplia del movimiento a una perspectiva de clases, cual condición de la afirmación de sus mismas razones y cual terreno de valorización de sus mismas potencialidades de impacto.
En el actual marco, el movimiento antiglobalización, ya fortalecido por una difusa simpatía en vastos sectores de la sociedad, podrá realmente transformarse en el detonador de una explosión social: pero a condición de que del movimiento emerjan una nueva orientación y una nueva propuesta. El encuentro con los trabajadores no se puede reducir a una sumatoria de buenas relaciones con las representaciones del sindicalismo de clases, ni a una acción de presión sobre Cofferati o al simple registro de la adhesión de la FIOM al GSF (que ciertamente es importante). Pero puede y debe traducirse en una propuesta pública de acción común, basada en una plataforma de reivindicaciones simple y aglutinante, que sepa establecer una relación de sintonía con las demandas sociales de las masas más amplias y que justamente por esto pueda desafiar a las mismas organizaciones sindicales a la unidad de acción, poniendo cada una de ellas frente a sus propias responsabilidades. En este sentido, hay que plantear abiertamente la propuesta de la controversia general del mundo laboral y de los desempleados no sólo entre los trabajadores sino en el mismo movimiento antiglobalización, indicando así desde ambas vertientes, el posible terreno de una común acción de lucha unitaria y concentrada. Hay que señalar la misma perspectiva de la huelga general contra empresariado y gobierno como ocasión extraordinaria de una preciosa convergencia de lucha entre trabajadores y jóvenes, en una dinámica de ruptura con la burguesía.
El mismo éxito de la movilización en contra del G8, unido a la nueva situación creada por el estallido de la guerra en Afganistán, ha creado una situación nueva en el movimiento. Por un lado, el impacto generado por la movilización de Génova se ha mayormente extendido ampliando los sectores que pueden ser potencialmente involucrados en el movimiento. Por el otro tanto las propuestas políticas dominantes como las formas de lucha propuestas (desobediencia civil) han entrado objetivamente en crisis. El intento de solucionar la crisis a través de la estructuración de la red de los social forum no sólo no ha resuelto esta crisis, sino que la ha hecho más evidente. Los SF, en particular en las grandes ciudades y a escala nacional, están hoy muy lejos del expresar la potencialidad revolucionaria del movimiento; predomina una diplomacia ahogante en las relaciones entre las distintas componentes, la lógica de asamblea y aquella del "mínimo común denominador" se suman creando una gestión sustancialmente antidemocrática. Por lo tanto hay un evidente forzamiento en la representación de los SF como la "estructuración del movimiento" como tal: tanto por composición como por métodos y programas, la mayor parte de los SF están muy lejos de las aspiraciones más profundas y radicales expresadas por las miles de gentes que han participado en las movilizaciones contra el G-8.
Las discusiones acerca de la guerra y la asamblea nacional de Florencia han mostrado un proceso de cristalización de distintas posiciones al interno de los SF. Se trata de una aclaración positiva, que pero desafortunadamente se produce sin ningún papel del PRC. Al contrario, la línea seguida ha sido hasta el último aquella de obscurecer y enmascarar las divergencias en los SF. Luego cuando estas se han vuelto evidentes y públicas, se ha dado el episodio de la adhesión de los Jc (Jóvenes comunistas) al "laboratorio de la desobediencia social", con el cual después de haber negado la necesidad de una aclaración de posiciones al interno del SF, cuando esta se produce a pesar nuestro no elegimos abrazar el sector más radical (que, también, presenta graves límites políticos, pero que de todos modos de Génova en adelante ha intentado expresar posiciones más claramente clasistas y antiimperialistas), sino una área sustancialmente moderada como la de los "monos blancos".
La aceptación de la "desobediencia social", a pesar de la retórica "movimentista" de la cual se cubre, constituye en realidad un alejamiento del movimiento real hacia la lógica de las acciones "ejemplares", evidentes, simbólicas, lógica que es completamente incapaz de plantear un desarrollo de masas del movimiento y su real enlace con el movimiento obrero.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
TESIS 35 - (alternativa) DEMOCRACIA DEL PARTIDO
Esta reforma política profunda de nuestra concepción y construcción del partido llama a una reforma igualmente profunda de su democracia, cual terreno decisivo de la misma refundación comunista.
Necesitamos volver a todos los compañeros "dueños de casa" en el propio común partido: animar, no marginar, las disponibilidades de los jóvenes compañeros; valorizar, no reprimir, espíritu de iniciativa e independencia de juicio, que son levadura indispensable para un partido vital; y sobre todo hacer partícipes a todos los militantes del partido en las elaboraciones y decisiones en los distintos niveles del partido mismo: porque las orientaciones democráticamente definidas son también las mayormente sostenidas en la acción práctica, mientras que las elecciones pasivamente sufridas, aunque compartidas, no movilizan las energías y la iniciativa.
Paralelamente hay que afirmar el derecho de cada compañero del partido de conocer el debate, las deliberaciones, las posiciones distintas que emergen en el partido y contribuir concientemente (y no a través de impresiones recibidas tal vez de la prensa adversaria). En este sentido, es esencial un instrumento de debate interno nacional, con relaciones y actas de los organismos directivos, empezando por la Dirigencia nacional, y una amplia posibilidad de contribuciones de parte de las federaciones, círculos, individuos o grupos de militantes. Al mismo tiempo, el diario "Liberazione" debe ser abierto a las intervenciones del conjunto del partido y respetar su vida democrática, sin alguna injerencia política de parte de redactores o responsables del diario.
Además es necesario que la formación de los compañeros -que debe ser asumida como tema central del partido- sea concebida también como desarrollo real de su democracia interna; porque sólo el desarrollo de conocimientos, competencias, preparación fortalece la autonomía de juicio y por lo tanto la real libertad de la evaluación.
La experiencia de estos últimos años muestra evidentes fenómenos de disgregación organizativa: disminución de la plantilla de afiliados junto con la multiplicación del número de los círculos; crecientes dificultades de mantener una "masa crítica" de militantes suficientes a asegurar a una parte relevante de los círculos una gestión vital y continua de la intervención, muy escasa capacidad de formar nuevos cuadros, etc. Las teorías sobre la "contaminación" no hacen más que racionalizar estas nuestras debilidades, empeorando los peligros a los que somos sometidos. Más allá de cualquier intención subjetiva, es evidente que el mensaje dirigido al grupo dirigente en particular en el último año, mensaje según el cual las estructuras del partido (círculos y federaciones) no serían de por sí sedes idóneas a la construcción de una fuerza comunista ha tenido en muchos casos los rasgos de una abierta desmovilización. Las consignas abundantemente repetidas según las cuales "el partido es movimiento" y similares non pueden más que hacer a todos los militantes la pregunta: si esto es verdad, ¿para qué comprometerse en la construcción del partido?
En paralelo después del último congreso se ha expresado con mayor claridad que en el pasado una creciente estructuración de áreas y corrientes al interno del partido, en un proceso que involucra a un número cada vez más creciente de federaciones y círculos.
Se trata de un problema complejo, que en último análisis puede ser definitivamente solucionado sólo en el terreno del debate y, si necesario, de la lucha política al interno del partido. Sería equivocado, aparte de ilusorio, pensar que la refundación comunista pueda llegar a un resultado positivo sin un proceso profundo de discusión en el cual las distintas tradiciones y corrientes políticas presentes en nuestro interno se puedan estructurar y expresar libremente y con igual dignidad frente a todos los compañeros.
En estos años ha sido lanzado un ataque, tanto afuera como adentro de nuestro partido, contra la idea del centralismo democrático. Esta ofensiva se ha basado en primer lugar en la sistemática y deseada confusión entre el verdadero centralismo democrático que estaba a la base del régimen interno del partido bolchevique y de los partidos comunistas en sus primeros años con la caricatura burocrática impuesta por el estalinismo en sus distintas variantes.
Para nosotros el centralismo democrático no es otra cosa sino la aplicación más alta y consciente, en el campo del partido, de los principios fundamentales de la autonomía y la unidad de clases: máxima libertad en la discusión, máxima unidad en la acción, construcción del partido y sus grupos dirigentes afuera de cualquier lógica de división en corrientes de intereses o de pseudo-parlamentarismo, pero sobre la base de una real selección y de una verificación sistemática de las capacidades y las competencias de cada compañero que se encuentre en una posición directiva, etc.
Contrariamente a la caricatura que ha sido hecha de éste por años, el centralismo democrático leninista preveía el pleno derecho de organizarse en tendencias cuando hubiera resultado imposible componer distintamente un debate entre posiciones diferentes. La prohibición de organizar fracciones en el Partido comunista ruso, aprobada en el X congreso de 1921 fue una medida excepcional y concebida como temporal en la fase más áspera y difícil al término de la guerra civil y durante la carestía, pero nunca fue asumida como principio, tanto que en los demás partidos comunistas (empezando por el italiano) por muchos años todavía siguieron existiendo agrupaciones y fracciones que se enfrentaban abiertamente, incluso sobre plataformas distintas, en los congresos nacionales e internacionales.
Si esto es cierto, pero es igualmente cierto que el respeto del derecho de todas las voces a hacerse escuchar de la manera más adecuada, no puede significar una total "división en corrientes" del partido en todos sus niveles. Nuestra finalidad no puede ser en ningún caso una estructura de partido que imite el modelo de la democracia parlamentaria, con congresos nacionales en lugar de las elecciones políticas, con organismos nacionales y locales como pequeños parlamentos y con ejecutivos como coaliciones más o menos inestables de representantes de distintas corrientes.
Este sistema ha llevado por un lado al crecimiento de los organismos directivos más allá de cualquier proporción razonable, empezando por el Cpn, organismos que deberían ser drásticamente reducidos. En segundo lugar, si ha creado la costumbre de un relativo respeto formal de las posiciones alternativas, en particular en las fases congresuales, ha favorecido un empobrecimiento de la democracia real y substancial en el partido; los organismos "soberanos" son muy a menudo imposibilitados a expresar una función realmente directiva sobre las elecciones políticas que se transfieren a secretarías que frecuentemente son en realidad las conferencias de los "jefes de corriente" y que por lo tanto desarrollan de manera impropia el debate político, que al contrario debería desarrollarse en el Cpn y en los Cpf. Un ulterior efecto negativo de esta situación ha sido el desarrollo de una especie de "fidelidad" de corriente que perjudica gravemente el debate global del partido, sobre todo en aquellos contextos donde es más fuerte la falta de cuadros formados con independencia de juicio político y propuesta.
Nuestra concepción debe apuntar a la construcción de la unidad de pensamiento y acción del partido, una unidad no mecánica sino real, profundamente sentida por el cuerpo militante en cuanto deriva de un debate transparente y abierto. Si es verdad que hoy esta condición está bastante lejos, sin embargo es justo retomarla y ponerla en discusión, puesto que el proyecto revolucionario que esbozamos con estas tesis no sería completo si no indicara cuál debería ser el instrumento de su actuación.
BELLOTTI, GIARDIELLO, DONATO, LETIZIA, RENDA
|